Coger una botella de vino, llevarla a la mesa, descorcharla, servir y disfrutar… un gesto muy común al que estamos habituados pero que no siempre fue así. Porque aunque la elaboración de vino cuenta con cientos de años de historia a sus espaldas, el embotellado en envase de cristal se empezó a llevar a cabo en el siglo XVII y no fue hasta el siglo XVIII cuando su uso se generalizó. Hoy vamos a conocer un poco mejor la historia de las botellas de vidrio, sus diferentes variedades y cómo influye su tamaño en la conservación del vino.
Los envases de cristal existen desde la antigüedad, pero solían ser de tamaño pequeño y se utilizaban para contener perfumes y hacer perdurar en el tiempo su aroma. El vino, por su parte, se conservaba en barriles y de ellos se extraía en jarras para llevarlo a la mesa.
Sin embargo, en el siglo XVII, se empieza a buscar un modo más refinado de llevar el vino, una bebida socialmente muy valorada, a las mesas de los banquetes y las celebraciones. Fueron flamencos e ingleses quienes empezaron a fabricar botellas de vidrio para embotellar los vinos procedentes de Francia y España.
Al principio, el papel de la botella se limitaba a asegurar el trayecto del vino desde la barrica de la bodega a la mesa. Nadie estaba muy a favor de hacer recorrer largas distancias a las botellas, entre otras cosas porque, ya por aquel entonces, se temía a los fraudes y a que, durante el trayecto, se diera el cambiazo del vino que contenían. Sin embargo, ya en el siglo XVIII su uso se generalizó.
¿Cómo evolucionaron las botellas?
En los primeros tiempos, las botellas tenían una forma más redondeada, consecuencia de las técnicas de soplado. En algunos países, como Italia, las protegían con sistemas de paja para atenuar los posibles golpes. El resultado era una botella muy característica que ha llegado hasta nuestros días para comercializar algunos vinos, como el Chianti.
Poco después se empezaron a comercializar botellas de vidrio más grueso, normalmente de color negro, con el objetivo de soportar bien la presión cuando se embotellaban vinos, como el champagne. Ya en el XVIII aparecieron las botellas cilíndricas, tal y como las conocemos hoy en día, aunque no había uniformidad en su fabricación.
En el siglo XIX, concretamente en el año 1821, H. Ricketts & co. Glass Works Bristol patentó una forma de elaborar mecánicamente botellas de la misma forma, dando lugar al nacimiento de la botella actual. La medida de 75 cl se estableció en 1866 y no fue elegida al azar. Una caja de 6 botellas (4,5 litros) equivalía a un galón del sistema imperial británico, por lo que fue el estándar que se adoptó.
Tipos de botellas hoy en día
Hoy en día, seguimos encontrando las botellas de tamaño estándar, de 75 cl, pero también encontramos otras medidas:
- Benjamín: es una botella más pequeña, de 20 cl, que se usa fundamentalmente para embotellar espumosos, para consumo individual. También encontramos este tamaño en las bebidas que se ofrecen en medios de transporte, como el avión.
- Media: de 37,5 cl, es decir, la mitad de una botella estándar. Muy usada en hostelería.
- Magnum: de 1,5 l, es decir, dos botellas estándar.
- Doble magnum o Jéroboam: de 3 l, el equivalente a 4 botellas estándar.
- Réhoboam: 4,5 l, es decir, 6 botellas.
- Mathusalem: 6 l, equivalente a 8 botellas.
- Salmanazar: 9 l, equivalente a 12 botellas.
- Balthazar: 12 l, equivalente a 16 botellas.
- Nabuchodonosor: 15 l, equivalente a 20 botellas.
Existen tamaños, por encima de estas, de 18, 27 y 30 litros, pero mucho menos comunes. De hecho, los tamaños más habituales son desde el benjamín a la magnum. Por encima de ese tamaño su uso es casi testimonial.
Los expertos en enología aseguran que el formato Magnum favorece el envejecimiento del vino, permitiendo que sea más lento y uniforme, por su mayor capacidad, haciéndolo más estable, por lo que si optamos por vinos de larga guarda este tipo de botellas es el más adecuado.
Por su forma
Por su forma, las más comunes son la Bordelesa, la Borgoña y la Rhin. A estas hay que añadir las botellas específicas para cava o champagne (más robustas), la botella Jerezana y otras variedades usadas para otros vinos o licores.
La Bordelesa es la más común de todas y su nombre procede de su lugar de origen, Burdeos, en Francia. Su forma cilíndrica permite un correcto almacenamiento de las botellas en posición horizontal. Las podemos encontrar en diferentes colores: azul, blanco, canela, negro o verde.
La Borgoña también toma su nombre de lugar de procedencia, la ciudad francesa de Borgoña, y es una de las más antiguas que se conocen. Se diferencia de la anterior en que es más ancha en la base y la pendiente del vidrio es más suave hasta llegar al cuello. También podemos encontrarla en diferentes tonos.
Por último, la botella Rhin, con una forma más estilizada, es originaria de la región alemana del río Rhin, de donde toma su nombre. La encontramos en diferentes tonalidades y se usa mucho en el embotellado de vinos blancos.
¿Cuál es vuestra favorita? ¿Os fijáis en el tipo de botella cuando vais a comprar un vino?